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«Naturaleza y Hombre» – XIII KDD STA

21/02/2011

La Sierra de los Filabres constituye el principal macizo montañoso de la provincia de Almería, con una superficie de 150.000 Ha y una altura media de 1.500 metros sobre el nivel del mar, destacando algunas cotas superiores a los 2.000 metros, como Calar Alto (2.168 m., donde se encuentra el Observatorio Astronómico Hispano – Alemán), Calar del Gallinero (2.049 m.), Las Hoyas (2.011 m.) y Tetica de Bacares (2.080 m.). Esta última cima, también denominada Cerro Nimar, es famosa dentro del mundo científico por haber servido junto con el Mulhacén y los montes Filhaoussen y M´Sabiha en Argelia, para establecer la triangulación geodésica entre Europa y África, que se realizó a finales del siglo XI.

La principal vegetación que lo conforma es el matorral y el pino carrasco y pino negro, éstos últimos procedentes de la fuerte repoblación que tuvo lugar en los años 60. Asimismo, la Sierra de los Filabres alberga numerosas especies endémicas de la Península Iberica y otras que son especies endémicas exclusivas de esta sierra. De estas montañas, son famosas sus explotaciones mineras que años atrás arrancaron de la tierra plomo, cinc, cobre, cinabrio y hierro, siendo los principales yacimientos los de Serón y Bacares. Asimismo, se localizan numerosas explotaciones marmoleas que impulsan la economía de muchos pueblos de la zona y constituyen la segunda fuente de ingresos del sector primario almeriense, tras el cultivo en invernaderos.

Desde luego, la importancia de esta sierra es vital para la provincia de Almería con un valor naturístico, histórico, económico, climático y paisajístico incalculables.

Es por ello, que hemos elegido este enclave para llevar a cabo la I KDD Motostrail Almería, pues constituye un pedazo de la diversidad que nos ofrece nuestra tierra: playas todavía vírgenes, desierto y montaña.

Hoy habíamos decidido hacer una ruta para preparar los posibles recorridos y los tracks para la I KDD Motostrail Almería. Lo que no habíamos pensado es que todavía no se habían retirado las últimas nieves y, lo que normalmente son caminos fácilmente transitables con nuestras monturas, resultaron caminos de nieve, hielo y barro.

A las 9h en el habitual punto de encuentro, café con leche y tostada para coger fuerzas. Freewind con su KTM 690, magustin78 con su GS650 Dakar, motoruge con su XT660R, Tio LaVara con su GS1200 (a partir de ahora, el “rompehielos”) y el que os escribe, con su fiel XTZ660 Tenere.

La mañana amanece fresca y algo nublada. El asfalto mojado a causa de algún chaparrón de madrugada. Nos ponemos en marcha dirección a las Menas de Serón, intercalando la carretera de servicio y algo de autovía para no perder demasiado tiempo y llegar al comienzo de la ruta lo antes posible.

La subida por la serpenteante carretera hacia las Menas (Minas) se hace entretenida, a pesar de que la temperatura comienza a descender vertiginosamente a medida que ascendemos, llegando a alcanzar los 2 grados. Justo antes de tomar la pista decidimos hacer una parada en la Menas de Serón para tomar un cafelito y entrar en calor, y de paso, aprovechamos para cerrar los precios del camping y de los apartamentos.

Nos ponemos en camino. En el GPS llevamos cargado un track de 126 km que recorre gran parte de la sierra, e iremos haciendo “track-log” por si hacemos alguna variación sobre la marcha. Enseguida cogemos la pista, y pronto nos encontraríamos con los primeros tramos de pista nevados y los primeros “sustos” que nos acompañarían durante toda la ruta, ya que la mayor parte de la nieve se encontraba prácticamente formado hielo.

Cuando no había nieve, le dábamos la bienvenida al barro.

E incluso, en algún barranco, la nieve dejaba paso al peligroso hielo.

Poco a poco, el equilibrio entre nieve y barro se iba desestabilizando, llegando a tener que atravesar grandes tramos de pista de nieve, y no precisamente nieve polvo… Los que llevábamos tacos pudimos atravesar con menos penuria estos tramos pero las motos con mixtas eran jóvenes corceles sin domar ansiosos de retozar por la nieve… Y no digamos de la BMW “rompehielos”, que casi termina con las fuerzas de su aguerrido piloto.


A pesar de la prueba física a la que la naturaleza nos estaba sometiendo, siempre mantuvimos esa sonrisa de “extraño placer” y siempre con la mirada hacia delante, con ganas de continuar.

Las paradas eran frecuentes para asistirnos mutuamente. Y es que más veces de lo que pensamos, trail es compañerismo.

Pocas veces pudimos quitar la mirada de nuestro frente y perder la concentración pero en esos tramos en los que pudimos desviar la atención, fuimos cautivados por el espectacular paisaje que nos rodeaba, difícilmente narrable, y que constituía nuestro particular placebo frente al cansancio.

Atravesamos algún enlace de carretera…

… y pistas semi-abandonadas, en las que la naturaleza ya se había empezado a encargar de cerrar las brechas que el hombre le había provocado.

Hubo algún tramo donde tuvimos que abrirnos paso entre decenas de pinos secos que se habían desplomado en el camino y, que poco a poco fuimos retirando.

…Pistas que el resto del año parecen autopistas del trail… hoy invadidas por las últimas nieves.

E incluso nos llevamos algún que otro “tortazo natural”… ,seguramente, con efectos terapeuticos para el cutis…

Enseguida se hicieron las tres de la tarde. Y aprovechando un descuido que tuve en la navegación (curiosamente coincidió con uno de los pocos tramos sin nieve en los que se podía darle gas…), tras retomar la ruta, hicimos una paradita para comernos el bocata junto al desvío del camino roto y empinado que nos esperaba de postre (con razón ni lo ví…).

Algunos traían la nevera y mesa de camping incorporada…

Después del breve refrigerio, con unos guantes y cinta americana, le pusimos unas protecciones al Tio LaVara, a modo de espinilleras, pues llevaba el dibujo de los cilindros del “rompehielos” tatuados en sus piernas.

Seguimos ruta sin saber lo que nos aguardaba y eso que íbamos a omitir el famoso trozo de “la ciénaga” donde el año pasado se quedaron clavadas en el barro todas las motos…

A medida que avanzábamos, la nieve en algunos puntos tenía bastante profundidad… y si optabas por salirte a los lados del camino, el terreno tipo pastizal engullía tus neumáticos y te tragaba literalmente. Opte por la primera opción y me quedé clavado en una hondura tapada por nieve que casi me engulle. Tras unos infructuosos intentos de tirar hacia delante, opte por bajarme de la moto (no hizo falta poner la pata de cabra…) y esperar la colaboración de mis compañeros que ya habían visto el percal y elegido la opción dos.

A menos de un par de kilómetros de la pista principal, nos cruzamos con un coche de los forestales que se para a mi lado y me dice: ¡¡¡ Seguir las rodadas que ha dejado nuestro coche porque si no no pasáis…!!! El hombre esbozada una sonrisa, como si tuviera ganas de seguirnos, no se si en moto o con su landrover… Le di las gracias y me quedé pensando en la cara que iba a poner cuando llegara a la altura de la nave nodriza, el «rompehielos».

Efectivamente, enseguida llego un tramo bien cargadito de nieve bajo la que corría un «caudaloso» río que había tomado por cauce el camino…

A todo esto, en una especie de socabón oculto bajo el hielo «rompehielos» metio su rueda delantera y en la que nos vimos para sacarla… con agua hasta las rodillas y tirando de ella pudimos, tras varios ntentos, sortear el obstáculo.

Derrotados pero contentos… Al fondo, «el bosque maldito»

Tras coger aire, continuamos la marcha.

…por donde podíamos…

El motor de mi moto era el del congelador del bar… pero sin cervezas.


con llantas lenticulares para pillar más velocidad…

Hasta aquí aguante sin besar el suelo… pero en los últimos 500 metros de pista nevada, poco antes de terminar la ruta, pase a engrosar la lista de los que besamos el manto blanco. Ya no me quedaban fuerzas ni para sujetar la moto.

Ya junto a la carretera, una paradita técnica para echar un cigarrito y vaciar el agua…

La foto de rigor. Tímidas sonrisas y cara de cansancio…

Joer, ¡¡qué bien lo pasamos!!

De vuelta, ya en Almería, lavado de motos, despedidas y ¡¡¡hasta la próxima!!! Ha sido un placer compartir kilómetros de aventura a vuestro lado.

Una vez más, la naturaleza puede más que el hombre pues no somos más que una pequeña parte de ella.

Saludos y Vsss

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