Sabía que me encontraría en este momento más pronto que tarde. Me refiero a intentar plasmar negro sobre blanco mi experiencia en este viaje a los Pirineos. Con lo que no contaba es que la velocidad con que han pasado los días no me ha dejado asimilar como merece todos los momentos que he vivido y es más que probable que en este relato olvide más de un detalle o anécdota que contar.
Esta es la reedición del que programé el verano de 2020. La Transpirenaica. Con mi moto y mi carné A2 recién recién obtenido. Novato en todos los aspectos. Pero ya soy mayor, y lo suficientemente prudente, para no afrontar eso que me apasione por inexperto. Y previsto estaba hacerla, aunque fuera en solitario. Los avatares de la vida y la providencia impidieron que pudiera hacerla en 2020, así es que en este 2021 la planificación era tal que hasta tenía visualizados los lugares por donde pasaría, y a sabiendas de que podrían devenir inconvenientes que me obligaran a modificar lo proyectado, tenía también la alternativa vista y repasada para que este año la probabilidad de que aparecieran trabas que frustraran mis planes fuera despreciable estadísticamente hablando.
Mi compañero de fatigas llevaba una moto exactamente igual que la mía, una Honda CB500X. Además es uno de los mecánicos de Honda en Almería, por lo que… qué queréis que os diga, jajajj. Iván. Un máquina como compañero de ruta, una persona que sabe amoldarse al ritmo de cualquiera, en asfalto y en tierra. Y eso da también mucha tranquilidad.
El objetivo era el Pic Negre. Entre ceja y ceja lo llevaba desde el año pasado. Así es que lo primero que hicimos los dos con las Hondillas fue cambiarle las zapatillas de casa por unas botas de montaña. Y un cubre-carter chino que aliviara al menos los golpetazos que pillarían los bajos de las motos. Lo siguiente unas alforjas impermeables con mudas para 9 días y p´adelante.
El viaje se confirmó sobre lo planificado en llegar a Andorra de tirón en el primer día. Diez horas de moto en autovía casi todo para cubrir unos 900 km. Destacar el bajo consumo de las maquinillas y el asiento más que decente que tienen de casa.
El segundo, subir al Pic Negre y hacer noche en Vielha. Temíamos lo peor, que sólo podía venir del Cielo, y es que a la hora de estar instalados y andar buscando dónde empezar a destapar cervezas cayó lo más grande en forma de agua y granizo. Media hora de susto. La preocupación relativa, porque el hombre del tiempo prometía que al día siguiente luciría el sol y el terreno estaría de lujo. El día amaneció despejado 100 % en Andorra.
Cuando empezamos a subir al Pic Negre empezaron a asomar algunas nubecillas que solo hicieron acto de presencia y enfriaron un poco el ambiente. Fotacas en la furgoneta y para abajo que se hacía muy tarde. Nos quedaba todo, porque había que volver de nuevo a Andorra, atravesarla y hacer la pista de los contrabandistas, que ya nos habían dicho unos que venían de allí que estaba bastante rota. La pasamos sin problemas. Después de algunos km de asfalto las pistas de Rialp hasta Espot, donde comimos, nos dejaron el cuerpo expectante a lo que pudiera venir. En esos tramos de tierra ya empezamos a advertir que las alforjas había que asegurarlas con un poco más de diligencia de la que se muestra en algunos foros. Así es que, entre pulpos y cinchas, todo bien trincado para evitar sustos mayores de los que nos acabábamos de llevar… Un poco más de asfalto para hacer bien la digestión y más carriles para la merienda. Llegamos a Baqueira y… buahh… Se nos iba a hacer de noche. Pero había que parar y ver. Y echar fotos. Que luego no harán justicia, pero sirven para querer volver otro año…
Por fin llegamos a Vielha, que nos recibió en los últimos 10 km con una manta de agua impresionante. El único chaparrón del viaje encima de la moto. 10 Km. 20 minutos. Como unas sopas.
Al día siguiente nos metimos en Benasque, donde Ivan se grabó la foto de perfil después de renegar de tanto asfalto en el inicio del día sólo para conseguir unas vistas guapas. Y su foto. Pero pronto llegamos a la pista de Plan, que estaba espectacular por el terreno y por las vistas que te ofrece. Y ahí se le cambió la cara. Y a mí. Del año pasado tenía el recuerdo de ser muy pestosa la bajada a Plan porque parece que la habían tratado de arreglar o mantener vaciando camiones y camiones de grava. Este año estaba más barrida y tanto la subida desde Chia como la bajada hasta Plan nos dejaron unas sonrisas de oreja a oreja que todavía se mantienen. Buena culpa tiene de eso, también y para ser justos, todo lo que anduvimos después… Cuando llegamos a Bielsa era ya media mañana. Sobre las 12 o así. El plan era pagar la tasa que obligan para circular por la pista de Espierba, que merece la pena. Yo ya la conocía del año pasado. Pero como en la maquinita había varias teclas para distintas pistas y ya dudaba cuál debía pagar para seguir mi trakc, le preguntamos a unos de mantenimiento de carreteras que aparecieron por allí y nos recomendaron hacer la de “Ruego”, más larga y que llega más alto. En el mapa se localiza dando acceso a las minas de Liena, después de pasar por el refugio de Mondarrueago. Un espectáculo. Un acierto saltarme mis propias normas y costumbres para investigar fuera del plan previsto y del trakc inicial. Vaya cómo pintaba el día. Ahí a Iván le reventó el guardabarros delantero con alguna de las muchas piedras que tragamos en esa subida, que solucionamos con un poco de cinta americana y unas bridas. Después de comer nos adentramos en el cañon de Añisclo para terminar en Biescas pasadas las 8 de la tarde.
Al día siguiente nos adentraríamos en Francia en un día 100% asfalto, para visitar Pont D´espagne y Gavarnie antes de volver por Canfranc y buscar cobijo en Jaca. La conclusión es que esa zona hay que dedicarle más de un día y de dos. Asfalto, si. Pero hay que entretenerse. Hay que verlo. Se pasa por unos puertacos que… hay que ir. Ese día, en Francia, que tienen unos horarios raros raros para comer, tuvimos que recurrir a una máquina que hacía pizzas. Nos las devoramos en el bar donde estaba esa maquinita, y el camarero, marroquí, nos puso unas cervezas con un español bastante conseguido, después de explicarnos que él había trabajado varios años en la zona de la Rioja, en España. Y no tardó en reconocer, por el interrogante que dejé en el aire, que de vino se atiborró más de una vez, jajajj.
De Jaca iríamos a Zugarramundi y desde ahí cogeríamos la directa por asfalto hasta Pamplona. El camino nos llevaría por caminos húmedos y ligeros. Una gozada. Nos asomamos a la selva de Irati desde el paso de Tapla. Otro espectáculo visual y una aventurilla para la moto en ese lugar… ejem. Hay un cierre y un cartel muy hermoso que dice que no se pase. Ejem. Una gozada de lugar. Llegamos a Orbaizeta y nos paramos en la fábrica de armas. Desde ahí más caminos frondosos, con regueros de agua, pero con un piso que te sujeta la moto. Llegamos al camino de Santiago francés y empezamos a encontrarnos peregrinos por el camino antes de bajar a Sant Joan de pie de Port para continuar en busca de Zugarramundi y sus brujas en las cuevas. Pero tenían horario. Así es que nos tomamos la foto y continuamos en busca de Pamplona, donde nos dimos el homenaje gastronómico del viaje.
Porque el objetivo principal no era hacer la típica transpirenaica con los botecicos de agua y tal. Por eso tampoco salimos del Faro de Creus, sino que iniciamos el tema en Andorra.
El siguiente objetivo era pasar por Monegros. Así es que desde Pamplona iniciamos viaje por la mañana hasta Jaca por autovía para iniciar el trakc desde ahí en busca de ese desierto aragonés y acabar extasiados en Zaragoza. Vaya contraste de lugar. Ya había polvo en el camino. Y ya las pistas son más rápidas. O a lo mejor es que ya, que hemos pasado el ecuador del viaje, la moto me conoce más y sabe cómo llevarme más deprisa para que disfrute al mil por mil… La zona es un lujo para el Trail. Y tiene toda la pinta de ser un sitio distinto en cada estación del año por las trialeras que hay en algunos puntos, los depósitos de barro seco en otros y algunos lodazales que todavía se mantenían a pesar del calor. Y polvo, como decía antes. Ya se empezaba a sentir el polvo en las viseras… Llegamos tarde y acalorados a Zaragoza. Y deshidratados, al menos yo. Menos mal que para esto hay fácil arreglo…
El viernes ya teníamos previsto llegar a Albarracín. Nos costó trabajo salir de Zaragoza porque yo llevaba los track hechos desde el Garmin Connect que es una aplicación para bicicletas básicamente, y copiando trozos de unos y de otros, cambiando el sentido de unos y de otros para completarlo más rápido, me metía por direcciones prohibidas y sentidos contrarios en vías de servicio y tal y tal. Nada más salir empezó la tierra por pistas rocosas y de tierra muy blanca y fina. Nos las prometíamos muy felices porque pensábamos que sería un día rápido y sin mayores problemas donde, además, podríamos conseguir buen ritmo. Lo cierto es que la mayor parte del camino fue así, con velocidades superiores a muchos tramos de carretera por donde hemos pasado. Pero al poco de empezar mi trakc nos metió por una vereda que empezaba graciosa por una trialera muy pendiente y estrecha que continuaba por un sendero peligroso por los regueros del agua que se intuían, lo estrecho y la mucha maleza que había a los lados. Era una vereda para mtb. Ahí volqué la moto en dos ocasiones por el miedo que, disfrazado de prudencia, hace que en algunos sitios quites gas y la moto se quede parada en el peor sistio… El calor en Zaragoza era asfixiante aún temprano como era todavía. Al fin conseguimos salir de ese patio de recreo y enfilamos unas pistas rectas que invitaban a ir rápido, muy rápido, entre molinos de viento que tienen tomado el paisaje en esas explanadas inmensas de Aragón.
Llegamos a Belchite, donde nos detuvimos para comprar agua y visitar la zona derruida durante la Guerra Civil. El camino hacia Albarracín nos dejaría pasar a partir de ahí por caminos arbolados hasta llegar a la zona de aprendizaje de badeos … Echamos un rato, jajajj. Yo pasé tres veces porque la primera vez que lo intenté se me salió la marcha al entrar al rio y me quedé parado justo en la mitad. Las risas de Iván se oían desde Belchite. Pasé una segunda vez en sentido contrario sin problemas, pero más despacio de lo que yo quería. Así es que pasé una tercera vez un poco más deprisa, y ya Iván me dijo que parara no fuéramos a… jajaj… Después pasó él. No se llegó a caer, pero vino a reconocer una vez que se me calmó la risa, que con el agua le pasa lo mismo que a los gatos.
El sábado teníamos que llegar a Alcalá del Jucar. Y yo ya sabía que sería el más duro de todo el viaje. Eran 330 km con mucho campo, y campo más complicado que todo lo recorrido hasta el momento. Tenía dos alternativas: pasar o no pasar por Javalambre. No hacerlo implicaba acortar considerablemente la ruta. Decidimos hacerlo. Y no nos equivocamos. El más exigente y divertido probablemente. O quizá sea que conforme han ido pasando los días prevalecen en la memoria los últimos. Tuvimos un atranque al poco tiempo de salir que nos hizo perder casi una hora. Lo anotamos en la biotácora del viaje, porque siempre que tratemos de pasar por un sitio por donde no se puede, siempre siempre, hay que comprobar antes que no haya una alternativa a menos de dos metros de donde está el berenjenal, jajajjj… Sin mayores consecuencias que la propia experiencia adquirida llegamos al pico Javalambre. Aire puro y fresco. Y buitres. Otra vez buitres. En el cielo y campando a sus anchas en el suelo a cien metros de nosotros.
Continuamos camino y nos paramos a comer en un bar de Santa Cruz de Moya, antes de Henarejos. Ese sitio lo tenía marcado porque a continuación tenía el segundo objetivo principal de todo el viaje: conseguir la foto en los monigotes de Cuenca. Llevábamos siguiendo los trakc de Embarra2 desde poco después de Zaragoza, combinándolos y uniéndolos con cosecha propia para unir todos esos lugares. La subida que hay para llegar a esos monigotes de piedra se le atragantará a más de uno porque ahora está destrozada y las afiladas piedras que hay en la empinada pendiente te ponen el pulso a 200. Ya no es darle un mal golpe a la moto, es rajar una cubierta lo que más preocupaba en ese lugar. Y lo que de complicado tenía subiendo, complicado tenía bajando. Solventado sin problemas el lugar y con la foto en el bolsillo llegamos a Alcalá del Jucar. Casi con el sol puesto ya. Pero cansados y contentos.
Conclusión: El Pic Negre está sobrevalorado. Pero no me importará volver ahora que parece que han cambiado la ubicación de la mítica furgoneta y repetir la foto.
Y las Hondillas, las campeonas, después de recorrer 3500 km por todo tipo de terreno.
JUAN RAMÓN T. N.